4.25.2010

Local, local !


LAS FORMAS DE LA CIUDAD


Compacto/disperso


El crecimiento de la urbanización ha hecho que las antiguas ciudades, físicamente acotadas en el territorio, legalmente limitadas en su extensión y claramente identificables como excepciones en un paisaje sin urbanizar, se hayan multiplicado sobre un espacio que ya se ha convertido en metropolitano.

Esta urbanización del territorio ha tenido consecuencias ambientales importantes, como el despilfarro de recursos naturales (el suelo o el agua), o el aumento de los impactos que representa el crecimiento urbano (el consumo de energía o la pérdida de biodiversidad). Pero la urbanización dispersa ha añadido la necesidad de desplazarse cada vez más lejos para llevar a cabo las actividades cotidianas. Vivir, trabajar, acceder a servicios o disfrutar del tiempo de ocio significa, para una gran parte de la población, una dependencia absoluta del automóvil como medio de transporte privilegiado en un territorio disgregado y en muchos aspectos insostenible.

Público/privado


Los espacios públicos han experimentado cambios radicales no sólo en la forma en que se han proyectado o diseñado, sino también, sobre todo, cuando se observa cómo son utilizados por las poblaciones urbanas.
Nuevos usos y usuarios muestran así la naturaleza cambiante del espacio público como espacio ciudadano y marco de relaciones sociales.

Al mismo tiempo, la importancia creciente de la economía del tiempo libre ha alimentado la orientación de las ciudades hacia el ocio y el consumo hasta el punto de transformar áreas urbanas concretas –como ocurre con los centros históricos–en verdaderos contenedores de un ocio mucho más ligado a la visita y el consumo que a la residencia y estancia. Los espacios públicos son, en consecuencia, frecuentados por poblaciones diferentes según el momento del día o el día de la semana, y este uso ‘flotante’ y ocasional convive con el más tradicional y permanente.

Interior/exterior


En unas ciudades donde cada vez hay más personas que ni trabajan ni consumen en el lugar donde viven, la movilidad crece e inspira mapas mentales del territorio que rebasan los límites del propio barrio y la propia ciudad: una cartografía individual y colectiva hecha de polígonos industriales, parques de oficinas o cines multisala de otros municipios, donde se encuentran los puestos de trabajo o las áreas de esparcimiento.

Los accesos por autopista, los peajes, las entradas y salidas de la ciudad en las horas punta, recuerdan así las antiguas murallas que separaban la ciudad intramuros del mundo exterior. Una separación del espacio habitado que se hace igualmente evidente en la ciudad de baja densidad, donde las casas unifamiliares, con sus piscinas privadas y sus jardines interiores, establecen con la misma claridad dónde empieza y dónde termina el espacio público.



LA SOCIEDAD DE LA INFORMACIÓN

Compacto/disperso

Desde la década de 1980, la disponibilidad de tecnologías de telecomunicación y el progresivo abaratamiento del ordenador personal llevaron a imaginar un futuro en el que los trabajadores no tendrían que salir de casa para trabajar. Los datos actuales de movilidad muestran, en cambio, todo lo contrario. En realidad, es la misma tecnología digital la que ¬–en lugar de hacer posible el sueño de la movilidad cero–, gracias al teléfono móvil, nos ofrece la posibilidad y, sobre todo, la facilidad de interactuar económica y socialmente mientras nos desplazamos.

Asistimos así a la disolución del antiguo ‘lugar de trabajo’, que se multiplica en una gran variedad de espacios donde es posible trabajar gracias a una amplia infraestructura digital, que también utilizamos habitualmente cuando consumimos, usamos cajeros automáticos o pagamos zonas de aparcamiento. Este entramado de elementos y sistemas digitales constituye la arquitectura física de lo que llamamos ciberespacio.

Público/privado

Si bien la sociabilidad urbana se construye a partir de interacciones de carácter tanto presencial como virtual, las relaciones establecidas por medios digitales se construyen mayoritariamente en el ámbito privado.

Así, el uso de la telecomunicación significa la privatización de una serie de situaciones que hasta ahora podían tener lugar únicamente en la arena pública.

En sentido contrario, la privacidad también se convierte en un concepto en crisis: por un lado, existe una nueva ‘intimidad pública’, porque a menudo, cuando hacemos uso del teléfono móvil en público o de las redes sociales digitales, sobreexponemos nuestra intimidad a los ojos y oídos de los demás. Por otro lado, si bien es cierta la preocupación por la forma en que la gestión de los bancos de datos digitales permite acceder a información propia del ámbito privado, la más que asumida convivencia con dispositivos que exploran esferas de nuestra privacidad hace pensar en un estilo de vida construido, precisamente, sobre un consumo de seguridad nada obligado (lock living).

Interior/exterior

La popularización de la tecnología digital no sólo ha diseminado físicamente la presencia de dispositivos tecnológicos en los espacios urbanos –las pantallas de publicidad, los sensores que gestionan el tráfico urbano, o las cámaras de vigilancia en el espacio público– sino que la utilización de instrumentos de fácil portabilidad, como el teléfono móvil o los videojuegos de bolsillo, ha permitido que la tecnología llegue a grupos de población cada vez más joven.

La visión que teníamos de la tecnología digital, concentrada en algunos interiores privilegiados –los edificios inteligentes de los centros financieros o los parques de investigación–, y asociada a un perfil de usuario exclusivo, contrasta con la realidad de su presencia continua en cualquier momento y lugar de la ciudad.

Esta experiencia cotidiana y común de la tecnología digital no sólo se presenta en el tiempo vivido en los interiores (laborales o domésticos), sino que también se expresa en toda su magnitud en el espacio urbano exterior.


NUEVOS IMAGINARIOS, NUEVAS CONVIVENCIAS

Compacto/disperso

El barrio es el lugar de la convivencia, donde las redes de relación dan forma a los sentimientos de pertenencia. Esta capacidad identificadora del barrio se ha visto sacudida, sin embargo, por dos grandes procesos: por un lado, la inmigración procedente de otros países hace evidente un contenido transnacional antes poco imaginable y unos vínculos entre territorios lejanos o culturas diferentes que representan la globalización urbana quizá incluso mejor que los iconos de la arquitectura internacional; por otro lado, la identificación como habitante de un lugar coexiste con la experiencia de los ‘territoriantes’ (habitantes del territorio) que hacen uso de fragmentos de diferentes ciudades para diferentes propósitos y multiplican su espacio de vida como si fuera un collage hecho de recortes de barrios y paisajes diversos.

Público/privado


Las imágenes de la globalización y las más propias del lugar ya se muestran por igual en el paisaje urbano configurando un imaginario colectivo híbrido, el compartido por los habitantes, que se asienta en los lugares simbólicos de la ciudad y en las tradiciones, y convive así con las imágenes de emplazamientos especializados, orientados hacia el consumo, la movilidad o el turismo, tales como aeropuertos y áreas comerciales de franquicia. Esta tensión entre el tiempo privado que representan estos nuevos escenarios y el tiempo público, tradicionalmente visible en momentos de carácter colectivo, supone una privatización del tiempo urbano que explica en gran medida tanto la crisis de las formas clásicas de asociación y participación como la aparición de formas nuevas. Así, la capacidad de acceso y envío masivo de información que representa el uso del correo electrónico, los SMS, las páginas web o los blogs, introduce la viralidad en el ejercicio de la ciudadanía. Sorprende, en este sentido, la rapidez con la que se organizan protestas urbanas o la celeridad con que se crean estados de opinión.

Es una ‘ciudadanía viral’, que no nace en el ágora pública sino en el ámbito privado, y que no requiere del encuentro presencial o la asamblea de barrio.



[Do 23 Feb ó 2 Maio do 2010 no CCCB, BCN]


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